inicio
Ruinas

En mayo de 2015 viajamos con Leonello Zambon a Cuba para participar en la duodécima Bienal de La Habana. Este video forma parte de una serie de 7 que registra parte de la instalación en el Centro de Desarrollo de las Artes. Los textos que reproducimos aquí abajo no describen cada video, sino que forman parte del diario de viaje que escribimos en aquella ocasión.

9 de mayo 2015

Separamos lo que sería reutilizado por el equipo de mantenimiento y montaje del Centro de Desarrollo de aquello que se consideraba definitivamente residuo y sería finalmente descartado. Mudamos este material de un rincón a otro del edificio con la ayuda de quienes estaban trabajando allí. En estos traslados de excedentes conocimos a Hernán y Efraín. (Hernán trabajaba en carpintería y restauración; en ocasiones recorrimos La Habana juntos viendo algunos de sus trabajos y prestando atención a la arquitectura, las velocidades de la ciudad, los flujos y las relaciones entre las personas, la música que se escucha y la que no). Subimos paulatinamente a la sala los restos de materiales. Ordenamos el contenido poco a poco, de manera más o menos sistemática: distintos tipos de aserrín distribuidos en montículos regulares en el piso, montañas de restos de yeso y polvillo, apilamientos de piezas de madera y placas. Puertas y postigos.

11 de mayo 2015

Subimos las valijas, que habían quedado resguardadas en las oficinas de montaje desde el primer día. Desplegamos su contenido. Motores construidos para funcionar en un electrodoméstico específico que habíamos considerado usar de manera alterada en el montaje de instrumentos resonantes, ahora estaban siendo readaptados y desviados hacia el cambio de planes de trabajo y los materiales acumulados sistemáticamente en la sala. Una tercera generación de posibilidades de uso. Hicimos unas primeras pruebas, sometiendo los motores a esfuerzos desacostumbrados: mover un pequeño brazo articulado de madera que acumulaba restos de yeso; deslizar una reja sobre un interruptor eléctrico; elevar un martillo y dejarlo caer sobre un taco de madera; hacer girar intermitentemente el mecanismo de una caja de música averiada. 

Nota 2. Excedente.

Estos leves desplazamientos de excedente podrían pensarse, tal vez, como una suerte de potlatch modesto y deslocalizado: un regalo momentáneo y casi invisible de algo que, a fin de cuentas, irá a parar a la basura tarde o temprano. Al menos en su apariencia material, en su unidad física. Un regalo que sucede en varias direcciones a la vez; y que no ocurriría sin ese flujo superpuesto, astillado y múltiple, en el que es imposible definir con precisión quién da y quien recibe. En este sentido el uso que se hace de los excedentes en el sueño de lo quieto no es fetichista (un fetichismo de lo degradado, del residuo, de lo obsoleto), pero tampoco se ocupa en construir apología de la reutilización. La puesta en uso que hacemos aquí del excedente no propone reinsertarlo en un medio de producción y circulación. Plantea un consumo, pero en el sentido en que se consume un leño en el fuego. Estos excedentes, sometidos a un resguardo momentáneo y puestos a funcionar en un ensamblaje poético provisorio operan, en todo caso, de un modo ritual: residuos sobreexpuestos en el plano simbólico sin que por ello se oculte su carácter perecedero, su dimensión agónica. El propio viento que entra por las ventanas tal vez se encargue poco a poco de dispersar el polvillo acumulado. La prueba, o mas bien una confusa pista contradictoria de esto que intentamos describir, tal vez se encuentre en la excepción, en la anomalía: Ruinas, uno de los ordenamientos compuesto por una serie de montículos de aserrín y yeso, fue adquirido por la pareja formada por el artista cubano Humberto Díaz y Ananda Morera -dedicada a la conservación de obras de arte contemporáneo-. Humberto estaba trabajando en una escultura monumental: una antena de alta tensión que atravesaba el Centro de Desarrollo de piso a techo. Cuando llegaron a la terraza empezamos a cruzarnos a diario. Algo de los trabajos nos afectaba mutuamente y comenzó a surgir una amistad sin que lo notáramos claramente en un principio. Fue Ananda quién tuvo la última palabra, sumada a la alegría y sorpresa visibles que en su pequeña hija generaba la pieza al mover intermitentemente un brazo mecánico que hacía rugir unos parlantes ocultos bajo una montaña de aserrín. Ruinas evidentemente no había sido concebida ni construída para durar por fuera del entorno que habitaba. Tampoco habíamos imaginado la posibilidad de que formara parte de una colección en tanto obra autónoma. Mas bien constituía una instancia de ordenamiento posible en esta serie de movimientos que, en el mejor de los casos, funcionaría como una concentración simbólica provisoria. Todos nos pusimos a pensar formas de ordenar, guardar y dar pistas para reensamblar los materiales. Cuando la muestra fuese desmontada nosotros ya no estaríamos en La Habana, un amigo junto a Humberto se encargarían de desarmar y embalar lo que, a fin de cuentas, comenzaba a constituir una pieza. Finalmente se decidió construir una serie de cajas de madera a modo de urnas de distintos tamaños en donde acumular y catalogar los residuos. En otros contenedores irían las partes de madera y el equipamiento electrónico básico. Nunca lo hablamos con Humberto y Ananda, pero tenemos la certeza de que -si bien están en todo su derecho y hemos escrito los protocolos pertinentes para que así sea- no es neceario ni urgente volver a montar la pieza tal y como se veía en el Centro de Desarrollo de las Artes. El momento del desmontaje y guardado conformó una instancia mas de este ritual agónico de desplazamientos de excedentes de trabajo. Una performance secreta que tuvo lugar en una sala que se vaciaba paulatinamente y en la que solo dos personas participaron. Nehuén, nuestro amigo que regresaba a Argentina, desarmó el resto, cargó en su mochila lo que pudo y lo que le pareció útil, según su criterio, para ser utilizado en otra ocasión: algunos amplificadores, un martillo, piezas de madera, algunos motores, un pianito de juguete. Los restos de Ruinas, que ahora descansan en sus urnas de madera construidas a medida, pueden -o no- formar parte de nuevos movimientos levemente perceptibles, puestos en funcionamiento por Ananda y Humberto. Tal vez valga la pena escribir un nuevo protocolo de conservación que contemple cambios de forma. Un cierto grado de erosión. Formas microscópicas del derroche, en cámara super-lenta.



 2015


︎︎︎ ZAGO Leonello Zambon + Eugenia González
︎Centro de Desarrollo de las Artes / Bienal de la Habana 2015

︎︎︎